Discurso de SS Benedicto XVI
Al
Sr. José Cuadra Chamorro,
Embajador
de Nicaragua ante la Santa Sede
24
de septiembre de 2007
Señor
Embajador:
1.
Recibo complacido de sus manos las Cartas que lo acreditan como Embajador
Extraordinario y Plenipotenciario de la República de Nicaragua ante
la Santa
Sede y, a la vez que le agradezco las amables palabras que ha
tenido a bien dirigirme, le doy mi más cordial bienvenida en este solemne acto
con el que inicia la misión encomendada por su Gobierno, la cual ya ejerció
entre 1997 y 1998.
Le
ruego que haga llegar al Señor Daniel Ortega Saavedra, Presidente de
la
República, mis mejores deseos de paz, bienestar y prosperidad
para su querida Nación, tan duramente probada por el reciente huracán “Félix”.
Como ya hice en su momento, elevo de nuevo mi oración al Todopoderoso por las
víctimas humanas y expreso mi cercanía espiritual a los numerosos damnificados
que han perdido su vivienda o sus instrumentos de trabajo. Es de esperar que,
además de la ayuda interna, reciban generosas aportaciones por parte de la
comunidad internacional.
2.
Nicaragua, como tantos otros países, tiene que afrontar diversos problemas de
orden económico, social y político. Encontrar los medios para resolverlos no es
tarea fácil, ya que se ha de contar siempre no sólo con la buena disposición y
colaboración de los ciudadanos, sino sobre todo con la de los responsables de
las diferentes instancias políticas y empresariales. Es indispensable, pues, la
unión de esfuerzos y voluntades para hacer posible una decidida acción de los
gobernantes ante los retos de un mundo globalizado, los cuales hay que acometer
con espíritu de auténtica solidaridad.
Esta
virtud cristiana y también humana —decía mi predecesor Juan Pablo II— ha de
inspirar la acción de los individuos, de los gobiernos, de los organismos e
instituciones internacionales, así como de todos los miembros de la sociedad
civil, que se han de sentir comprometidos a trabajar por un auténtico desarrollo
de los pueblos y de las naciones, teniendo como objetivo el bien de todos y de
cada uno, como enseña la doctrina social católica (cf. Sollicitudo
rei socialis,
40-41).
3.
En sus palabras, Señor Embajador, se ha referido a las prioridades señaladas por
su Gobierno, como son lograr la llamada “Hambre cero”, combatir el problema de
las drogas, incrementar la alfabetización y eliminar la pobreza. Para alcanzar
estos objetivos y reducir así la desigualdad entre quienes lo tienen todo y
quienes carecen de bienes básicos como la educación, la salud y la vivienda, es
fundamental la transparencia y honradez en la gestión pública que, frente a
cualquier forma de corrupción, favorecen la credibilidad de las autoridades ante
los ciudadanos y son determinantes para un justo
desarrollo.
Ante
estos objetivos, los responsables de las entidades civiles encontrarán en
la Iglesia en
Nicaragua, a pesar de la escasez de sus recursos pero con la firmeza de los
principios inspirados en el Evangelio, una colaboración sincera para la búsqueda
de soluciones justas. Se han de reconocer también sus esfuerzos por hacer crecer
la conciencia y responsabilidad de los ciudadanos fomentando su participación y
su empeño por atender las necesidades de quienes a menudo están sumidos en la
pobreza y la marginación.
Los
Obispos en su país, desde las estructuras nacionales y diocesanas, y fieles a su
misión estrictamente pastoral, ofrecen su disponibilidad a mantener un diálogo y
una comunicación constante y sincera con el Gobierno, contribuyendo a que se den
las condiciones esenciales que favorezcan una verdadera reconciliación,
instaurando un clima de paz y de auténtica justicia social. Sin embargo, “el
deber inmediato de actuar en favor de un orden justo en la sociedad es más bien
propio de los laicos” (Deus
caritas est,
28), los cuales deben desarrollar su actividad política como “caridad social”.
En este sentido me dirigía a
los Nuncios Apostólicos en América Latina,
durante el encuentro con ellos, el 17 de febrero pasado (cf. L’Osservatore
Romano, edic. en lengua española, 23 febrero 2007, p.
10).
4.
La Santa
Sede quiere también expresar su reconocimiento a Nicaragua por
su posición en los foros multilaterales sobre temas sociales, especialmente el
respeto a la vida, frente a no pocas presiones internas e internacionales. En
este sentido cabe considerar muy positivo que, el año pasado, la Asamblea Nacional
aprobase la derogación del aborto terapéutico. A este respecto, es
imprescindible incrementar la ayuda del Estado y de la sociedad misma a las
mujeres que tienen graves problemas con su embarazo.
Junto
con el insoslayable tema de la vida, se percibe una urgente necesidad de
rescatar y promover los valores humanos y morales, ante tantas formas de
violencia, incluso en los hogares, a menudo fruto de la desintegración de la
familia o de la degradación de las costumbres. La Iglesia en Nicaragua es bien
consciente de esta triste realidad y trata de afrontarla con sus enseñanzas y
programas pastorales, pero también es necesaria la intervención de las
instituciones públicas con programas educativos apropiados en lo que se refiere
a la organización de la vida social.
5.
Señor Embajador, al final de este acto quiero formularle mis mejores deseos por
el feliz desempeño de sus funciones, que ayuden a fortalecer los tradicionales
lazos de buena avenencia y cooperación entre Nicaragua y la Santa Sede. Le ruego
que transmita mi saludo al Señor Presidente de la República, a la vez que tengo
presente en mi plegaria, por intercesión de Sor María Romero, la primera y tan
querida Beata de su país, a todo el pueblo nicaragüense. Pido al Altísimo que lo
asista siempre en la misión que hoy comienza, a la vez que invoco abundantes
bendiciones sobre usted y sus colaboradores, así como sobre los gobernantes y
ciudadanos de Nicaragua.
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